miércoles, 9 de octubre de 2013

El legado de un padre militar



La hora azul
Alonso Cueto (2005)
Editorial Planeta
299 páginas
¡Cuánta literatura se ha escrito acerca de la violencia!, tema que no es, precisamente, el preferido para la lectura recreativa. Cuando nos hablan de guerras europeas o asiáticas pensamos que están tan lejos de nosotros que apenas nos interesamos en ellas. Los citadinos, a los que la lucha armada nos llega a través de los diferentes medios de comunicación, no nos imaginamos lo que significa, realmente, estar en una zona de conflicto y vivir las injusticias que generan los bandos enfrentados. Cada uno de nosotros justifica el actuar del grupo de su preferencia, pero otro es el sentimiento cuando, de alguna manera, las personas y los lugares agredidos tienen que ver con nuestro entorno cercano, ya sea social o familiar.
En Latinoamérica hemos tenido grupos guerrilleros que han iniciado su movimiento armado con la intención de luchar contra las dictaduras y contra las injusticias sociales. Podemos citar: Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua, las FARC en Colombia, Sendero Luminoso en Perú, los Montoneros en Argentina, los Tupamaros en Uruguay, por mencionar unos pocos; al parecer, algunos ya fueron extinguidos. Entre los movimientos que todavía existen, la ideología altruista que inicialmente motivó sus acciones se desvirtuó y se convirtió, a través de los años, en terrorismo.
Una novela como esta, cuyo argumento es el dolor, debe estar tan bien escrita que le transmita emoción al lector, desde las primeras páginas, y lo incite a continuar el hilo de la historia hasta su final. Es lo que sucede con la obra del escritor peruano Alonso Cueto: La hora azul.
La novela se desarrolla en Lima. A través de sus descripciones, el autor nos muestra una ciudad con lugares elegantes, centros comerciales modernos, restaurantes exquisitos y al mismo tiempo sitios peligrosos, de callejones largos en donde la oscuridad amenaza.
El manejo del lenguaje tiene un contraste similar. En los diálogos el autor nos ilustra acerca de la expresión oral que utiliza la élite peruana y la que usa la clase social que ha tenido la influencia del quechua, técnica que aproxima al lector al tema central permitiéndole ubicarse en los espacios e identificarse con los personajes descritos. Igual estrategia utiliza en su novela La venganza del silencio.
La hora azul está escrita en primera persona, aspecto que suscita un mayor compromiso, de quien lee, con la trama.
El personaje principal es el abogado Adrián Ormache: hombre culto, de buenas costumbres, con un matrimonio estable y padre de dos hijas estudiosas que asisten a colegios de primera categoría, quien se enfrenta, después de la muerte de su madre, a la urgencia de investigar el verdadero comportamiento de su padre, un militar de alto rango que se desempeñó como comandante en Huanta —Ayacucho—, región al sureste de Perú, en donde Abimael Guzmán desarrolló toda su ideología política nefasta al crear el grupo guerrillero Sendero Luminoso.
Desde las primeras páginas se plantea la necesidad de conocer lo sucedido en esa región del país, a partir de las últimas palabras que Adrián le escucha a su padre antes de morir:
[…] quiero que sepas algo, hay una chica, una mujer que conocí una vez, o sea, no sé si puedes encontrarla, allá, búscala si puedes, cuando estaba en la guerra. En Huanta. Una chica de allí. Te lo estoy pidiendo por favor. Antes de morirme. (Cueto, 2005, p.36).
Toda la novela gira alrededor del «nudo» que forma la búsqueda del pasado de su padre, «marino destacado» del que oyó hablar siempre, pero con el que no tuvo la cercanía esperada debido a la separación temprana de sus padres. Esa investigación, inicialmente, nos hace pensar en una aventura policíaca —como sucede también en su novela Grandes miradas—, nos adentra en una cruel realidad: el abuso del poder militar justificado en la persecución a grupos guerrilleros y que, sin querer o queriendo, atropella a los lugareños quienes son los que, finalmente, ponen los muertos y sufren las consecuencias del hostigamiento de los dos grupos en combate.
Esa búsqueda, a la que lo condujo la súplica de su padre y la carta que la madre conservó en secreto «en su baúl de recuerdos», llevan a este prestigioso abogado a acercarse a las duras circunstancias de los desposeídos y a pretender asumir las culpas lejanas y disculpar, de esta manera, su condición de «niño rico».
El estilo de Alonso Cueto atrae pues utiliza, con frecuencia, figuras literarias de una manera fluida, oportuna y acertada. Las descripciones de personas, de sus gestos y sentimientos; de lugares y de situaciones hacen que nos involucremos en la historia y queramos saber pronto su desenlace. Además, nos aproxima al tema de la violencia en nuestro país, esa verdad que seguimos viviendo y a la que, muchas veces, le damos la espalda para que sean «otros» los que resuelvan nuestros conflictos.
Norha Stella Mendieta V.
23 de mayo de 2013.




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