Alonso Cueto (2005)
Editorial Planeta
299 páginas
¡Cuánta literatura se ha escrito acerca
de la violencia!, tema que no es, precisamente, el preferido para la lectura
recreativa. Cuando nos hablan de guerras europeas o asiáticas pensamos que
están tan lejos de nosotros que apenas nos interesamos en ellas. Los citadinos,
a los que la lucha armada nos llega a través de los diferentes medios de
comunicación, no nos imaginamos lo que significa, realmente, estar en una zona
de conflicto y vivir las injusticias que generan los bandos enfrentados. Cada
uno de nosotros justifica el actuar del grupo de su preferencia, pero otro es
el sentimiento cuando, de alguna manera, las personas y los lugares agredidos
tienen que ver con nuestro entorno cercano, ya sea social o familiar.
En Latinoamérica hemos
tenido grupos guerrilleros que han iniciado su movimiento armado con la
intención de luchar contra las dictaduras y contra las injusticias sociales.
Podemos citar: Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua, las FARC
en Colombia, Sendero Luminoso en Perú, los Montoneros en Argentina, los
Tupamaros en Uruguay, por mencionar unos pocos; al parecer, algunos ya fueron
extinguidos. Entre los movimientos que todavía existen, la ideología altruista
que inicialmente motivó sus acciones se desvirtuó y se convirtió, a través de
los años, en terrorismo.
Una novela como esta,
cuyo argumento es el dolor, debe estar tan bien escrita que le transmita
emoción al lector, desde las primeras páginas, y lo incite a continuar el hilo
de la historia hasta su final. Es lo que sucede con la obra del escritor
peruano Alonso Cueto: La hora azul.
La novela se desarrolla
en Lima. A través de sus descripciones, el autor nos muestra una ciudad con
lugares elegantes, centros comerciales modernos, restaurantes exquisitos y al
mismo tiempo sitios peligrosos, de callejones largos en donde la oscuridad
amenaza.
El manejo del lenguaje
tiene un contraste similar. En los diálogos el autor nos ilustra acerca de la
expresión oral que utiliza la élite peruana y la que usa la clase social que ha
tenido la influencia del quechua, técnica que aproxima al lector al tema
central permitiéndole ubicarse en los espacios e identificarse con los
personajes descritos. Igual estrategia utiliza en su novela La venganza del silencio.
La
hora azul está escrita en primera persona, aspecto que
suscita un mayor compromiso, de quien lee, con la trama.
El personaje principal
es el abogado Adrián Ormache: hombre culto, de buenas costumbres, con un
matrimonio estable y padre de dos hijas estudiosas que asisten a colegios de
primera categoría, quien se enfrenta, después de la muerte de su madre, a la
urgencia de investigar el verdadero comportamiento de su padre, un militar de
alto rango que se desempeñó como comandante en Huanta —Ayacucho—, región al
sureste de Perú, en donde Abimael Guzmán desarrolló toda su ideología política
nefasta al crear el grupo guerrillero Sendero Luminoso.
Desde las primeras
páginas se plantea la necesidad de conocer lo sucedido en esa región del país,
a partir de las últimas palabras que Adrián le escucha a su padre antes de
morir:
[…] quiero que sepas algo, hay
una chica, una mujer que conocí una vez, o sea, no sé si puedes encontrarla,
allá, búscala si puedes, cuando estaba en la guerra. En Huanta. Una chica de
allí. Te lo estoy pidiendo por favor. Antes de morirme. (Cueto, 2005, p.36).
Toda la novela gira
alrededor del «nudo» que forma la búsqueda del pasado de su padre, «marino
destacado» del que oyó hablar siempre, pero con el que no tuvo la cercanía esperada
debido a la separación temprana de sus padres. Esa investigación, inicialmente,
nos hace pensar en una aventura policíaca —como sucede también en su novela Grandes miradas—, nos adentra en una
cruel realidad: el abuso del poder militar justificado en la persecución a
grupos guerrilleros y que, sin querer o queriendo, atropella a los lugareños
quienes son los que, finalmente, ponen los muertos y sufren las consecuencias
del hostigamiento de los dos grupos en combate.
Esa búsqueda, a la que
lo condujo la súplica de su padre y la carta que la madre conservó en secreto
«en su baúl de recuerdos», llevan a este prestigioso abogado a acercarse a las
duras circunstancias de los desposeídos y a pretender asumir las culpas lejanas
y disculpar, de esta manera, su condición de «niño rico».
El estilo de Alonso
Cueto atrae pues utiliza, con frecuencia, figuras literarias de una manera
fluida, oportuna y acertada. Las descripciones de personas, de sus gestos y
sentimientos; de lugares y de situaciones hacen que nos involucremos en la
historia y queramos saber pronto su desenlace. Además, nos aproxima al tema de
la violencia en nuestro país, esa verdad que seguimos viviendo y a la que,
muchas veces, le damos la espalda para que sean «otros» los que resuelvan
nuestros conflictos.
Norha Stella Mendieta
V.
23 de mayo de 2013.
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