miércoles, 27 de noviembre de 2013

Terminaron bachillerato


Anoche asistí a una comida que organizaron las estudiantes del grado once, de uno de los colegios de la ciudad, con el fin de agradecer a sus padres el esfuerzo que hicieron para llevarlas hasta el punto final de su período escolar. Me sentí muy complacida al recibir la invitación, disfruté del evento y me llené de orgullo al ver a mi sobrina feliz, rodeada de su familia y de sus compañeras con quienes ha compartido tantos momentos lindos de infancia y juventud.
«Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma» escribió alguna vez Julio Cortázar y, realmente, no existen palabras que describan la alegría de ochenta niñas, en edades entre diecisiete y diecinueve años, cantando todas las canciones que presentaron los grupos musicales contratados por sus padres. Esa manifestación desbordante contagia y genera muchos sentimientos positivos.
Creo que todos los adultos presentes nos recreamos al mirar tanta belleza junta porque la juventud es encantadora, independiente de los rasgos físicos. Cada jovencita se preparó con gusto y elegancia para asistir a esta reunión planeada con anticipación.
Quisieron rendir un homenaje a sus padres con un video en el que mostraban dos o tres fotos por familia. En él aparecía una foto de su niñez, otra del día de su primera comunión y otra de su fiesta de quince años; todas ellas acompañadas por padres y hermanos. Algunas mostraron un paseo o una fiesta familiar importante. Durante la muestra se oían las expresiones de alegría al compartir, con las compañeras, ese momento tan particular y de tanta fraternidad.
Me llamó la atención ver algunas fotos en donde se veía el grupo tradicional: papá, mamá y hermanitos, en los primeros años, y luego pasaba a ser solo mamá e hijos. El padre falleció o se fue; ya no figuraba. Otra familia conformada siempre por la niña con su mamá, y otras de hermanas solas, sin sus padres.
Tuve entonces cierta sensación de tristeza y pensé en el drama familiar que existe detrás de cada una de esas lindas jovencitas que, esa noche, resplandecían con un maquillaje vistoso que realzaba sus facciones, con la minifalda que permitía lucir un cuerpo escultural y unas piernas armoniosas y, con esos zapatos de tacón altísimo que a mí me produce envidia el no poder usarlos.
Estaba en ese pensamiento cuando vi, en una mesa, una de estas niñas que trataba de disimular unas lágrimas que le salieron sin permiso. Me enteré que sus padres están separados; ella vive con el padre, con la nueva compañera de él y con su hermanita. Esa noche el padre no asistió, estaba solo la madre.
Al contemplarla se mezclaron en mí una serie de emociones y pensamientos contradictorios. Pensé en la realidad actual de las familias. Ya no son, como dice el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, familias nucleares: papá, mamá e hijos; ahora son familias extensas en las que están incluidos los tíos, los abuelos y los primos y, con frecuencia, familias monoparentales. El papá ya no está, pero se extraña.
Pienso que cada persona tiene todo el derecho a decidir su vida, a desarrollar sus proyectos, a modificar sus decisiones. Tanto hombres como mujeres debemos buscar el futuro que nos interese y la alegría que nos proporcionan nuestras propias realizaciones; no obstante, cuando se toma la decisión de tener un hijo, esas prioridades cambian. Desafortunadamente, pocas veces, al engendrar un hijo se tiene la conciencia de lo que ese nuevo ser va a necesitar de nosotros.
No quiero hablar mal de los hombres porque también existen mujeres que se apartan de sus hijos y los dejan en manos del padre y, muchos de ellos, son buenos padres, pero lo que estamos más acostumbrados a ver es a hombres que abandonan el hogar y, más de una vez, se olvidan de sus obligaciones económicas y de las más importantes: las afectivas.
En ese contexto vemos que la mujer tiene que salir adelante. Sacar a relucir todas sus habilidades para trabajar y cumplir con las necesidades de sus hijos. Esa gran responsabilidad las aleja físicamente de ellos porque debe cumplir con los horarios laborales. Los niños quedan al cuidado de una empleada, de la abuela o solos. Ella puede buscar, con todo derecho, momentos de esparcimiento y, por qué no, encontrar otra pareja; ahí se presenta, algunas veces, un delicado conflicto en los niños: la relación con ese nuevo compañero de la madre. En otros casos las familias siguen reunidas, aparentemente, pero es la mujer la que sostiene esa apariencia. Él vive cómodo y exige atención. ¡Además!
La llamada liberación femenina nos ha traído beneficios, pero también inconvenientes que sumados a la situación económica de nuestro país, han repercutido en la organización familiar. Ya las madres deben salir a trabajar y aportar económicamente porque el salario de una sola persona no alcanza para cubrir todos los gastos de una familia y si tanto la mujer como el hombre deben desarrollar sus propios intereses ¿Qué pasa con los niños?
Cada familia vive su drama. Algunas ya superaron una separación porque los seres humanos tenemos esa capacidad y, me alegro por ellos, aprendieron la lección y reencontraron en su pareja y en sus hijos la razón de su existencia y la fortuna de envejecer en compañía.
Esa noche, mi ubicación en la reunión me permitió observar y pensar; los demás estaban envueltos en la alegría que derrochaban las jovencitas porque, afortunadamente, la juventud proporciona hasta eso, la posibilidad de dejar a un lado las dificultades y reír, cantar y celebrar el momento con compañeras con quienes, durante catorce años, han estudiado en el mismo colegio. Algunas ya parecen hermanas de tantas situaciones vividas entre ellas. ¡Qué época inolvidable están pasando estas ochenta niñas y tantos otros jóvenes que terminan, este año, su bachillerato!
¡Y lo que sigue! La mayoría de ellas van a entrar a la universidad. Seguirán la carrera que, sin muchos elementos, decidieron. Uno espera que encuentren, en su profesión, la realización profesional y puedan, cuando terminen, desarrollar los conocimientos obtenidos, sentirse orgullosas de ellas mismas y formar, con el tiempo, una familia, tener un gran compañero y unos hijos que multipliquen sus satisfacciones.
Es lo que uno desea para todas, pero sabemos que no siempre es posible. Algunas cambiarán de carrera; otras encontrarán, demasiado pronto, una pareja que les variará el rumbo de su vida y con quien, tal vez, repetirán su historia familiar.
Se necesita una fuerza interior importante. Nacer con unas características genéticas que permitan tener el impulso para proyectar su vida y aprovechar las oportunidades que se les presente. No podemos disculpar nuestros fracasos en las circunstancias que la vida nos proporcionó. La vida es de cada uno y de cada uno depende salir adelante. La familia es un vínculo importante, pero yo soy la única responsable de mi misma y de mi progreso. La familia, el colegio y los amigos ayudan, en parte, a esas realizaciones, pero la disciplina, la constancia y la fuerza de voluntad son las condiciones más importantes para lograr mis propósitos y mis sueños.
Deseo que los bachilleres de este año tengan la capacidad de encontrar la felicidad en todas sus actuaciones y aprender de los errores que los adultos, que los rodeamos, cometemos.


2 comentarios:

  1. Buenas tarde doña Norha, de parte de la librería de Otraparte queremos comunicarnos con usted. Le agradeceríamos que nos pueda facilitar un contacto a la dirección libreria@otraparte.org.
    Su respuesta obliga a mi sincera gratitud.

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  2. Daniel:
    Mañana miércoles 8 de enero paso por la librería. Muchas gracias por su comunicación.

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