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Foto tomada de Internet |
La buena terrorista
Doris Lessing
(2007)
Punto de lectura
519 páginas
El
terrorismo es la forma agresiva en que responden los grupos opositores a un
gobierno el cual con su aparato militar, político y económico les ha asestado
duros golpes, por ello la única salida para atraer la atención de muchos
sectores del campo nacional e internacional, es atacar los intereses nacionales
sin importar cuales sean las consecuencias, generalmente la población civil que
aparentemente no esta (sic)
involucrada es afectada y todo grupo terrorista es automáticamente un violador
de los Derechos humanos. [1]
Con esta definición y con la experiencia
que nos ha dejado la violencia de todo tipo en Colombia, empecé a leer La buena terrorista. Inicialmente me
llamó la atención el título porque denominar a una terrorista como «buena» me
pareció que era un término incongruente, pero esperaba que una novela escrita
por Doris Lessing, Premio Nobel 2007, me diera argumentos
políticos importantes.
La novela se inicia con
la descripción de una casa abandonada, de esas que están a punto de ser
derribadas y que algunas personas ocupan por algún tiempo mientras llega un
contratista a edificar un bloque de apartamentos y consigue «una buena tajada»
por ese contrato. También, en esa primera hoja aparece el personaje principal,
Alice Mellings, su compañero Jasper y un muchacho que encontraron al llegar a
ese lugar en el que querían establecer su vivienda temporal.
En las primeras
doscientas páginas, el tema principal es la recuperación de esa casa que tenía
hasta los sanitarios tapados con cemento; por lo tanto, los excrementos dejados
en cubos de plástico por sus antiguos ocupantes le impregnaron al lugar,
especialmente al segundo piso, un olor repugnante que lo hacía invivible.
Alice, una mujer
anarquista de treinta y seis años, acostumbrada a vivir en edificios abandonados,
se dedicó a restaurar la casa y la convirtió en el cuartel general de un grupo
de izquierda que pretendía aliarse al IRA. Esa transformación la realiza casi
en contra de Jasper, un homosexual con quien lleva
varios años de relación, pero que nunca tiene detalles de cariño, ni siquiera
de amabilidad, con ella, a pesar de haberlo recibido durante cuatro años en la
casa de su madre, en donde le fueron cubiertas todas sus necesidades de
vivienda y alimentación, sin que él diera muestra de colaboración en ningún
sentido. Por esa misma razón, la madre les pidió que se marcharan.
En poco tiempo Alice
consiguió el permiso del Ayuntamiento, recuperó el servicio de agua y de
electricidad para proporcionar calefacción a la vivienda, pintó las paredes y
cambió las ventanas. Equipó los diferentes espacios con muebles y cortinas, de
tal manera que ante la visita de la empleada, con el fin de supervisar la
propiedad, esta decidió vivir por un tiempo con su novio en una de las
habitaciones del segundo piso.
Poco a poco llegan
otros personajes de los que nada se sabe. De todos ellos solo Philip colabora
con el arreglo de la casa. Ella es la única que consigue el dinero, robado a su
padre, compra los materiales necesarios y le paga a Philip, por las
reparaciones, a pesar de que él también viva allí. Los demás ocupantes dicen
que las comodidades no les interesan, pero las utilizan y las disfrutan.
Alice también se
preocupó por conseguirle empleo a Jim, el único huésped que manifiesta su deseo
de trabajar, y por organizar un congreso de su partido, la Unión de Centro
Comunista. Su participación en él fue básicamente de proveedora de alimentación
y bienestar para los asistentes sin que se percibiera el cuestionamiento
político del mismo.
El comportamiento
protector y servicial del personaje principal de esta novela, una burguesa hija
de un empresario adinerado, con estudios universitarios, no nos muestra un
pasado ni una herencia que explique su interés por vincularse con grupos
revolucionarios. Pienso que la concepción ideológica que pretende darle Doris
Lessing a Alice es más su propia vivencia, puesto que Doris fue hija de un
oficial del ejército británico y de una madre estricta que pretendía mostrarse
como una gran dama pero sin poder sostener el tren de vida que esa posición
exige. A los quince años Doris se fue de su casa y trabajó de niñera y luego
como telefonista. Al separarse de su primer esposo, con quien tuvo dos hijos,
se unió a un grupo de ideas comunistas. Más tarde se casó con un judío alemán, con
quien tuvo otro hijo y del que también se separó. A los treinta y ocho años se
fue para el Reino Unido con su hijo pequeño y dejó en Sudáfrica los dos mayores
con el padre porque ella no quería desperdiciar su vida cuidando niños. En
Londres militó en el partido comunista británico, participó en campañas contra
las armas nucleares y criticó severamente el régimen del apartheid sudafricano.
La revelación de los crímenes del estalinismo la desilusionaron y abandonó el
partido.
La ingenuidad y el servilismo
de Alice son desesperantes. Roba dinero para comprar materiales y alimentos y
le entrega a Jasper lo que le queda y, además, le pide a él que cobre la cuota
que le da el gobierno por estar desempleada. Dinero que él invierte en cerveza,
en comida rápida cuando está en la calle y en viajes a otras ciudades. Ella
solo espera que él la mire y se conforma con estar a su lado aunque no la tenga
en cuenta para nada, incluso acepta un maltrato físico cuando la toma con
fuerza de las muñecas. Lo único que quiere es salir con él en las noches a
pintar algunas calles y luego dormir en la misma habitación.
Ese comportamiento me
hace pensar en las mujeres militantes de las FARC. Muchas ni recuerdan el
momento en el que las reclutaron, pero se acostumbraron a vivir en la selva.
Son las que cocinan para los guerrilleros y les satisfacen hasta sus
necesidades sexuales, pero cuando quedan embarazadas las obligan a abortar. De
todas maneras siguen ahí, algunas por amenazas contra ellas o contra su
familia. El comportamiento de Alice es todavía más cuestionable, puesto que
podría trabajar en su profesión y vivir cómodamente. Su ideología política, si
es que la tiene, no implica desorden
físico ni desaseo ni mucho menos una actitud indigna ante los hombres de ese
grupo.
En 519 páginas escritas
en forma lineal, sin divisiones de capítulos, con un narrador omnisciente y
muchos diálogos, Doris Lessing nos relata actividades y comportamientos
patológicos de diez habitantes de la casa y de algunos vecinos. Dos de ellas
son lesbianas y una se intenta suicidar al cortarse las venas. Philip se deja
atropellar por un auto y muere en el hospital y otros se van, posiblemente, a
recibir entrenamiento en Rusia.
Al final, una de las
ocupantes de la casa vecina, que ha ensayado la elaboración de explosivos, decide,
con la colaboración de todos, poner una bomba en un hotel del centro de la
ciudad. Todos se ubican en lugares estratégicos con el fin de observar las
consecuencias. La bomba la instalan en un auto manejado por una de ellas, la
huésped que intentó suicidarse días antes, y Jasper, quien se siente un
dirigente del grupo. En el momento de estacionar el carro frente a la puerta
principal del hotel, él sale rápidamente, pero Faye se queda y muere en la
explosión. El resultado es el ambiente que los colombianos hemos observado
muchas veces: cuerpos sobre la acera, algunos muertos, otros que intentan
sentarse o levantarse, pedazos de metal, de ladrillos, de ventanas, bolsos,
objetos personales, sangre… ¿Y todo para qué? ¿Cómo puede un terrorista pensar
en el beneficio de sus acciones si lo que está ocasionando es la destrucción y
muerte de sus semejantes? Porque los que terminan sufriendo las consecuencias
de esas posturas extremistas son los civiles que nada tienen que ver con esa
lucha o como sucede con las víctimas de las FARC son los mismos campesinos a
quienes hace más de cincuenta años les prometieron que los iban a defender de
los grandes terratenientes y de un gobierno inequitativo y corrupto, y ahora es
a ellos a los que matan, a los que desplazan de sus viviendas y los obligan a
dejar la agricultura para hacinarse en una ciudad que solo les proporciona
sufrimiento.
Esta novela, más que el
disfrute de su lectura, me generó cuestionamientos de tipo personal, social y
político. ¡Cuántas cosas hacen algunas personas por sentirse aceptadas por otro
ser humano e incluidas en un determinado grupo! ¡Cuánto daño se hace a un
pueblo con la disculpa de defender sus derechos! y ¡cómo desperdician su vida
aquellos seres que con un pretexto ideológico dejan pasar su tiempo viviendo
como parásitos de una sociedad y generando un caos que solo lleva a malgastar
los recursos de un país que tiene que reparar los daños que ellos ocasionan por
su mal entendida «lucha política»!
Norha Stella Mendieta
V.
27 de marzo 2014
Te metes en terrenos escabrosos ....guau !!!!
ResponderBorrarEs lo que sale del alma. Gracias por leerlo.
BorrarDefinitivamente me encantó, y me puso a pensar
ResponderBorrarEse es otro atributo de la lectura, que además de entretenernos nos genere cuestionamientos.
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